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jueves, 4 de diciembre de 2014

Espinitas pendientes

Siento escribir triste, pero lo que está, está.

Hay espinas que se te clavan de tal manera que nunca te las podrán sacar, están allí aunque no quieras, y por muy optimista que seas, esas no te las quita ni el mejor de los optimismos. 
Las peores son las que tienen que ver con el dolor que me crea recordar momentos post-diagnóstico y lo que tuvo relación con mi hijo, por ejemplo el destete, que tuve que hacerlo antes de lo pensado porque pronto llegaría la medicación, o el hecho de no poder llevarlo en brazos todo lo que él pedía/necesitaba porque mi fuerza flaqueaba, o que por culpa de mis manos, habían días que no notaba su delicada piel de bebé, esas tres cosas las llevo clavadas y duelen tanto que no puedo contener las lágrimas al recordarlo. Por mucho que lo diera todo, hasta agotarme y agotar mi salud, que el pediatra me dijera que 8 meses de pecho estaba estupendamente bien, comprarme una mochila portabebes para cargarlo más cómodamente, no me parece suficiente, y me fastidia pensarlo. Espero profundizar y escribir algún sobre ello. Quizá si lo hago, me sirve como despojo. 
Otra espina es la cara de mi padre en la consulta del neurólogo la primera vez que nos dieron el probable diagnóstico, su compañía en todas las pruebas de los días posteriores... pero peor fue cuando tuve que llamarles para decirles que ya tenía los resultados de la resonancia y se confirmaba todo, les pedí que vinieran a mi casa y allí empezó una nueva pero no esperada ni deseada vida para todos. Desde entonces, intento hacérsela fácil, sobretodo a ellos dos, ya sabemos que para unos padres ver a un hijo delicado no es el mejor plan. 
La espina de que mi pareja no supiera reaccionar y se pusiera a llorar y tener que ser yo quien le animara.

Espinas que han dejado una herida que no puede ser curada. 

Os dejo la famosa poesía de Antonio Machado, con la que esta noche, me siento identificada. 

          "Yo voy soñando caminos"


Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
- la tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón".

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada".



2 comentarios:

  1. Joba, empatizo completamente contigo. A mi también me ha tocado ser fuerte y animar a los demás, a muchos ya ni se les puede contar las cosas porque la gente no entiende bién de que se trata y solo piensan lo peor y ese es otro punto en el que hay que explicar y explicar. Para mi eres un gran ejemplo de luchadora y sé que tú espiritu es ese, ser positiva y pelear con lo que la vida te ponga. Le hablo de ti a mi gente, como ejemplo, eres mi referente!! Gracias por estar ahi :)

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  2. Gracias a ti por tus comentarios,Tami!
    La verdad que tener que animar nosotras a los demás, tiene tela a veces, siempre pienso que esta enfermedad solo puede pasarle a la gente fuerte, por eso salimos adelante, y así tiene que ser!

    Un besito para ti, nueva luchadora!

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